ISAL

Estrógenos en el ambiente que nos rodea

Por el Dr. Horacio Rodriguez, investigador de CONICET en el Instituto de Salud y Ambiente del Litoral (ISAL).


Equipo de trabajo: arriba: Betiana Bolzán, Horacio Rodriguez, Julián Abud, abajo: Gabriela Altamirano, Ayelén Gómez, Laura Kass, Clarisa Santamaría.

Hay sustancias a las que estamos expuestos a diario que pueden perturbar la acción de los estrógenos (“hormonas sexuales femeninas”) de nuestro sistema hormonal.
Un marcado descenso en el número de espermatozoides en el semen de los varones en algunas poblaciones,una tendencia al inicio adelantado de la pubertad, una creciente incidencia de cáncer testicular y de mama….¿qué tienen en común éstos y otros fenómenos que se vienen registrando a nivel global?

Tanto los mencionados, como muchos otros fenómenos, los vinculan a un desorden del sistema endocrino. Ahora bien, ¿por qué se produce tal incremento de este tipo de desórdenes? Una de las explicaciones de mayor consenso actual es que en el ambiente que nos rodea hay sustancias capaces de interferir con la acción de las hormonas naturales de nuestro cuerpo. Una clase de estas sustancias son denominadas estrógenos ambientales o xenoestrógenos, es decir, aquellas sustancias de origen humano que pueden interferir con las vías de acción usadas normalmente por los estrógenos.

Los seres humanos estamos expuestos a estas sustancias a través de productos de uso cotidiano, entre ellos determinados plásticos, recipientes de alimentos, jabones antisépticos, etc. Desde ya que existen agencias gubernamentales que regulan las cantidades de estas sustancias que pueden estar presentes en los productos que consumimos, con el objetivo de que no se produzcan efectos adversos en la población. Sin embargo, aquí es donde entramos con nuestra tarea como científicos, y cuestionamos si tales cantidades, aducidas como seguras para la población humana, lo son realmente.

En particular, en mi grupo nos interesa dilucidar qué influencia tienen estos compuestos sobre eventos críticos que se producen durante el desarrollo de las poblaciones de células germinales (los futuros “óvulos”) y de las llamadas células inmunes de la gestación. Usando modelos animales, hemos podido demostrar que el bisfenol A (BPA), un xenoestrógeno presente en determinados plásticos,es capaz de afectar el desarrollo de las células germinales en el ovario de las hembras que estuvieron expuestas al BPA a través de la madre. Por ejemplo, pudimos ver que la exposición durante la vida intrauterina y la lactanciaa una dosis de BPA considerada como segura,modifica la capacidad de respuesta del ovario a un tratamiento con gonadotrofinas exógenas.¿Qué importancia pueden tener estos resultados? Consideramos los mismos muy relevantes, dado que se ha descripto una respuesta ovárica pobre a los tratamientos FIV (Fertilización in vitro) en mujeres con altas concentraciones de BPA, sugiriendo defectos de la calidad de los ovocitos y de la función ovárica en estas mujeres. Es decir, que el déficit en la respuesta a un tratamiento de tipo superestimulatorio en la vida adulta, podría estar inducido/influenciado por un evento ocurrido durante etapas muy tempranas de la vida.

Ahora bien: ¿por qué se encuentran efectos adversos de una sustancia después de que la misma fue considerada como no riesgosa para seres humanos? Esta pregunta nos lleva directamente a uno de los grandes desafíos de la actualidad: hoy en día se invierte una gran cantidad de recursos en el desarrollo de tecnologías que permitan evaluar un mayor número de sustancias en menos tiempo, que minimicen el uso de animales de laboratorio, y que logren detectar con mayor eficiencia los efectos adversos de una sustancia antes de que la población humana esté expuesta a la misma, y en eso estamos trabajando actualmente en conjunto con el grupo de la Dra Laura Kass.

Por el Dr. Horacio Rodriguez (Investigador Adjunto CONICET), miembro del Instituto de Salud y Ambiente del Litoral (CONICET-UNL).