IMAL (CONICET, UNL)

“En Sudamérica y África la demencia es devastadora…”

Así lo expresa el Dr. Agustín Ibáñez (INECO / Favaloro / CONICET), quien dictó un Seminario en el Instituto de Matemática Aplicada.


Un científico en familia: Bianca, Agustín Ibáñez y Margherita Melloni. Foto: Lic. E. Rabe.

 

Así lo expresa el Dr. Agustín Ibáñez*, quien el 6 de julio, en el IMAL (CONICET, UNL), dictó el Seminario: “Hacia marcadores neurocognitivos de condiciones neurodegenerativas: desde la atrofia de las redes cerebrales al aprendizaje de máquinas automático”.

¿En qué consiste tu trabajo científico?

Estudio las bases cerebrales de los fenómenos de la cognición social, por ejemplo, la toma de decisiones, el reconocimiento emocional, la empatía, la cooperación social, el juicio moral. Y lo estudio en patologías psiquiátricas y neurológicas y también en contextos más aplicados.

¿Ejemplos de estos últimos?

Hemos trabajado mucho en Colombia; recibimos un informe especial de la revista “Nature” hace un mes, del cual estamos muy orgullosos porque somos el primer grupo que ha desarrollado programas de rehabilitación de excombatientes basados en evidencia neurocientífica y en la modificación de los procesos mentales de los excombatientes, no solo de la salud, de la educación, del conjunto de condiciones que los programas de reintegración de excombatientes en todo el mundo tienen. También trabajamos en la aplicación de biomarcadores cognitivos o neurocognitivos en distintas enfermedades neurodegenerativas, particularmente en Parkinson, en demencia frontotemporal y en enfermedad de Alzheimer. Y realizamos aplicaciones de lo que se llama “behavioural insights”, básicamente en las políticas públicas. Por ejemplo, con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tenemos un proyecto grande, de 3 millones de dólares, que vincula a Argentina, Chile y Uruguay para mejorar el desarrollo cognitivo de los niños en la primera infancia y mejorar el diagnóstico y el uso de los datos a través de machine learning, data sharing y plataformas de software del envejecimiento patológico de la demencia, que son los dos extremos más críticos del desarrollo.

¿En qué radica la importancia de investigar en estos temas?

Son temas muy variados. Creo que la importancia de las neurociencias cognitivas son de una disciplina que, en principio, no sin problemas, permite integrar tradiciones científicas muy diversas. Si sos un neurocientífico no solo podés trabajar con un biólogo, con un fisiólogo, con un matemático o con un psicólogo. Si estudiás cognición social no solo podés trabajar con un sociólogo porque la descripción de los procesos mentales involucra niveles biológicos, biofísicos, psicológicos y sociales también. Entonces, ningún marco aislado te da una perspectiva de la totalidad del fenómeno. Luego, la importancia de las neurociencias cognitivas en general, o la llamada “neurociencia cognitiva social y afectiva” -social cognitive and affective neuroscience- radica en esta necesaria integración de perspectivas que hace que tengamos que romper nuestros límites académicos, nuestros conocimientos más universitarios, si se quiere, o de posgrado, para poder integrar disciplinas. Creo que eso es fundamental en vistas a la tremenda especialización que en el último siglo ha existido en la formación académica, que es esencial, indispensable, pero, a la vez, si no hay integración de disciplinas es muy difícil abordar fenómenos complejos como la mente, y más aún cuando se comienza a estudiar la mente en la vida real, cuando está asociada a un conflicto, a una patología. Por eso creo que la gran riqueza y promesa de las neurociencias es poder integrar múltiples disciplinas.

Hasta ahora, ¿qué resultados destacables has obtenido en tus trabajos?

Yo dirijo líneas de investigación que involucran a muchos investigadores. Una de las que más me motiva es haber descripto las bases cerebrales de la cognición social, de procesos tales como la empatía, la cooperación, la toma de decisiones, el procesamiento emocional, y cómo estos son “marcadores” muy tempranos de un tipo de demencia que se llama “demencia frontotemporal”. Esta demencia, a diferencia del Alzheimer, no tiene déficits tempranos y marcados en la memoria, y no se puede identificar de manera fácil. Si le hacés una resonancia magnética a un paciente en etapas tempranas no necesariamente vas a encontrar algo, entonces, normalmente, estos pacientes pasan alrededor de 15 años en tratamiento psiquiátrico hasta que se los puede diagnosticar… y en ese caso ya es demasiado tarde para intervenir. En este panorama hemos desarrollado una línea de biomarcadores neurocognitivos basados en pruebas de cognición social y sus correlatos cerebrales, y hemos mostrado que son marcadores muy tempranos de esta enfermedad. Esa es una de las líneas que a mí me interesa mucho. También hemos trabajado en Parkinson, otra enfermedad neurodegenerativa, en la que se afectan selectivamente ciertas áreas del cerebro que tienen que ver con los llamados ganglios de la base. Estos son estructuras motoras, pero hemos mostrado que hay marcadores de lenguaje asociados a los verbos de acción. Por ejemplo, si escuchás la palabra “saltar”, tu corteza motora y tus ganglios de la base se activan un poquito más que si escuchás una palabra como “libro”, que no tiene una acción motora. Entonces, con este tipo de estrategia hemos mostrado marcadores muy tempranos, incluso preclínicos, en Parkinson. Esas son dos áreas en demencia frontotemporal y en Parkinson que hemos trabajado mucho. Actualmente, con el BID y la Alzheimer’s Association, estamos armando una Red Sudamericana de Demencia que me interesa mucho como línea de trabajo porque, a diferencia de Europa, en Latinoamérica los grupos trabajamos de forma muy aislada.

¿Qué motiva que se organice una Red?

El hecho de que la demencia en Sudamérica es tremendamente devastadora y en los próximos treinta años vamos a tener un “tsunami” sin precedentes. Los gobiernos no están preparados, las políticas públicas tampoco. Hoy, junto con África, tenemos la peor prevalencia de demencia en el mundo, y en los próximos treinta años, también junto con África, vamos a tener el 75% de toda la demencia del mundo.

¿A qué se debe?

A que tenemos bases genéticas muy malas que predisponen a padecer demencia, tenemos malos hábitos de vida, tenemos todos los factores de riesgo: consumo de alcohol, tabaquismo, hábitos sedentarios, mala alimentación, que hacen que tengamos condiciones tremendamente desfavorables. Entonces, con el BID he logrado desarrollar una plataforma para hacer una Red Sudamericana, con el apoyo de Centros de primer nivel de EE. UU., Europa y Australia, para poder diagnosticar mejor, publicar e investigar a nivel internacional y generar bases de datos multicéntricas. Creo que es uno de los aportes que más me gustan.

En el tema de la violencia, ¿también se investiga?           

Sí, hemos trabajado mucho en Colombia, ahora lo hacemos en toda Latinoamérica y  hemos empezado a trabajar en Israel con científicos abocados al conflicto palestino-israelí. La violencia me atrae mucho porque es un fenómeno multidimensional que se puede estudiar desde la genética o desde la biología, pero también desde la psicología o desde los contextos socioculturales. Y esto es un desafío que obliga a salir del laboratorio pero, a la vez, tratando de integrar las perspectivas. Esta es otra de las áreas en la que nos ha ido muy bien, que generó publicaciones a primer nivel y que nos interesa mucho.

¿Realizás trabajos conjuntos con el IMAL?

Estamos comenzando a realizar tareas en conjunto. El IMAL tiene un potencial tremendo para aplicar métodos matemáticos, probabilísticos, de aprendizaje de máquinas, de “deep learning”, para poder utilizar información científica. Particularmente en las neurociencias, o en la clínica neurocientífica, en el estudio del cerebro, por así decirlo, estos métodos se usan muy poco, y en la información clínica, por ejemplo, si consultás a un neurólogo, mira “a ojo”; un radiólogo ve la resonancia, y “a ojo”, te dice si tenés atrofia. Pero podés llegar a sistematizar esta información, y entonces el IMAL tiene una potencialidad tremenda en esta metodología que las neurociencias, y sobre todo las neurociencias clínicas, necesitan. Luego, estamos trabajando con Hugo Aimar, con Diego Mateos -un investigador joven-, la implementación de métodos de modelamiento y métodos automáticos para predecir mejor patologías neurodegenerativas. El valor que tienen es predictivo y de caracterización, y no solo para saber si va a desarrollar, o no, demencia sino para poder predecir también los trastornos cognitivos asociados y síntomas específicos asociados.

Esta es la primera área de colaboración que estamos iniciando con el Instituto.

Actualmente, ¿en qué instituciones ocupás cargos directivos?

Dirijo el Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional de INECO/ Favaloro/ CONICET, con sede en la CABA, un organismo que intenta combinar las neurociencias cognitivas, este conjunto de disciplinas bastante nuevas que tratan de entender la mente y la cognición desde la perspectiva cerebral, con aplicaciones relativamente concretas en distintos ámbitos. Por ejemplo, en los de la salud, sobre todo, pero también en otros tales como la Educación, las organizaciones e inclusive en las políticas públicas. También soy codirector de un organismo creado recientemente que se llama Instituto de Neurociencias y Políticas Públicas, que básicamente trabaja con el BID y con varias organizaciones tratando de hacer aplicaciones concretas.

(*) Sanjuanino, Doctor en Neurociencias, especialista en Electrofisiología, Licenciado en Psicología e Investigador Independiente del CONICET. También es investigador del Center for Social and Cognitive Neuroscience at the University of Chicago (EE. UU.); de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile); del Australian Research Council, Centre of Excellence in Cognition and its Disorders (CCD, Australia);  y desde este año es Senior Atlantic Fellow del Global Brain Health Institute (GBHI) de la Universidad de California San Francisco (UCSF), EE. UU. Es el creador y coordinador de la Plataforma de Neurociencias Cognitivas y Ciencias de la Conducta de Argentina (CONICET), y co-creador de MindEcoLabs (MELs), un grupo de investigadores e innovadores que generan valor en ámbitos públicos y privados, apoyados en las neurociencias y conducta humana, el análisis de datos y la innovación cultural.

Entrevistó: Lic. Enrique A. Rabe (ÁCS)